Ridículo al cuadrado. Derrota merecida

Vaya por delante que en estas líneas poco se va a leer de temas puramente futbolísticos y no es que no quiera hablar sobre ellos, es que sinceramente me es imposible comentar algo positivo del partido que se disputó ayer en el Reyno de Navarra.

imagen extraída de http://www.superdeporte.es

Los protagonistas fueron un Osasuna que se jugaba la vida delante de su afición y un Valencia que se jugaba el honor y la buena imagen que había perdido hacía 8 días en el famoso 3-6.

El partido se preveía correoso y poco vistoso, pero al final resultó ser incluso peor que las peores expectativas. Se perdió por la mínima y porque una vez más Guaita hizo un partidazo. Los rojillos consiguieron su cometido y los ches consiguieron prolongar una jornada más, el ridículo protagonizado en Mestalla contra los campeones de copa.

De fútbol poco se puede comentar de un equipo que no disparó ni una sola vez entre los palos defendidos por el portero Ricardo. Sin embargo se pueden llenar hojas y hojas escribiendo sobre aspectos extra deportivos, sobre actitudes pasotas mostradas en el campo, sobre mediocridad de algunos, sobre palabras de conformismo de otros, sobre tantas y tantas cosas que los fieles seguidores a unos colores despreciamos y que lamentablemente nos estamos acostumbrando a verlas constantemente.

Se nos vendió en la previa al encuentro una revolución en el once, una especie de castigo para los jugadores artífices de la humillación contra el Madrid. Pero la venta fue de humo, porqué los castigados fueron únicamente dos y los sustitutos no mejoraron en nada lo visto anteriormente.

La supuesta revolución Emery consistió en el trueque de Banega por el veterano Albelda, disponiendo como en otras ocasiones, un doble pivote defensivo que pretendía de alguna manera ser un revulsivo contra el colador defensivo que se produce en la zaga valencianista.

Las ridículas variaciones en el once fueron sustituir al joven argentino, poco implicado, pero con calidad a raudales, que en algún momento te crea 10-15 minutos de buen fútbol y propicia goles, por un Albelda pasado de todo, que ni está ni se le espera, al cual solo vi en dos o tres acciones en las que lo enfocó la cámara y fueron, cómo no, por sendas patadas suyas, de las cuales una le sirvió para adquirir una nueva tarjeta en liga.

El otro cambio en el once, fue el de alinear a Juaquín en lugar de Pablo Hernández. El andaluz pudo incluso lucir el brazalete de capitán, pero no pasó de capitanear sin pena ni gloria a un barco que se hunde en la vulgaridad del conformismo.

Unai Emery echa por tierra en dos partidos, los pocos argumentos que había cosechado a favor de su renovación, dejando las dudas de siempre y nuevas conclusiones negativas.

Quién me explica lo de no alinear a un Jordi Alba, que pide a gritos la titularidad, viniendo de ser suplente en dos partidos consecutivos, marcando en los dos. No sé que más méritos debe demostrar para jugar en este equipo.

Descarto criticar nada de los hombres de arriba, porque si a Jonas o a Soldado no les llega ni un balón, poco pueden hacer. Mención aparte merece Mata, a quien no se le puede achacar toda la culpa de la inoperancia del equipo, pero que teóricamente se le considera el hombre a liderar el equipo en los momentos difíciles. La realidad es que de ridículo a ridículo me doy cuenta de que él solo no es capaz, confirmándose que necesitamos otro líder con carácter que le acompañe en la misión de llevar al grupo a la victoria.

Por hoy, ya he dicho suficiente. Dejo críticas en el tintero, deseando no tener que sacarlas a la luz con demasiada insistencia. Señal esta, de que en los cuatro partidos que quedan para descansar, no habremos visto de nuevo, semejantes despropósitos futbolísticos.