domingo, 11 de diciembre de 2016

Fe ciega y realismo



Ni en mis peores pesadillas podía llegar a imaginar por aquellos años de dobletes, pelucas naranjas al viento y calles inundadas de valencianismo exultante, una época tan terrorífica como la que llevamos viviendo los seguidores ché a lo largo de varios años de caída en picado y de decadencia absoluta.

Llevo tiempo que huyo de rememorar viejas hazañas. Logros que siempre tendré en el corazón, pero que no me producen satisfacción al verlos reflejados en múltiples imágenes conmemorativas, retuiteadas a discreción a cada efeméride de título que se cumple. Y no es porque no los disfrutara en su día, que lo hice y mucho, sino porque el contemplarlos es darse de bruces inmediatamente después ante la actual situación del Valencia CF, una realidad muy cruda y diferente a la de aquellos maravillosos años.

Desde aquel paraíso futbolístico que disfrutamos ha llovido mucho incluso en Valencia, nos ha caído una lluvia de entrenadores nóveles, jugadores por hacer, carentes de profesionalidad y lo peor, directivas tóxicas cuyos mejores miembros han sido ineptos y cuyos peores mejor preguntar en los juzgados. Luego vino Lim, quien lejos de hacer borrón y cuenta nueva, de traer el esperado cambio de rumbo hacia una gestión moderna y profesional, nos montó un circo con nuevos errores infantiles, amiguismos y una gestión ridícula de la entidad.

Y así estamos ahora, desamparados y sin nada a que agarrarnos. Pocos o ningún argumento positivo se me ocurren para poder usarlos como alimento a una ilusión menguante. La motivación que arrastra a los miles de valencianistas a Mestalla cada fin de semana empequeñece. Hasta tal punto, que ni la física cuántica puede explicar cómo esa ínfima motivación sigue haciendo que Mestalla tenga visitantes o que yo me mantenga pegado al televisor a cada partido del Valencia. Puede que sea simplemente una droga con tal nivel de adicción que muchos no podamos escapar de ella.

Me gustaría haber expuesto motivos para seguir creyendo en el equipo, para seguir animando, para no enviarlo todo a la mierda y dejar de ver el fútbol, pero es que no me los creería ni yo. Sí que diré algo, lo que yo he decidido hacer. Más que nada por si aún queda algún loco como yo y le doy alguna idea para engañar a la razón y seguir apoyando a este club.

Yo he decidido seguir teniendo fe en que vendrán tiempos mejores, es lo único a lo que me aferro. Quiero ser realista, no voy a decir que va a ser fácil o que se va a conseguir. Ni siquiera estoy convencido en que salvemos la categoría, pero sé que vale la pena intentar ayudar en lo posible a esa salvación. Porque es momento de ser más realistas que nunca y más ciegos a la vez. Realistas para saber a qué nos enfrentamos, realistas para vivir el presente y olvidarnos de aquellos maravillosos años y ciegos para todo lo demás. Ciegos para no necesitar argumentos para animar en el campo, porque no ayudarán los pitos, porque estos jugadores que tan poco nos han dado no nos van a dar más porque les silbemos o abucheemos.

Tenemos que contentarnos con cada punto conseguido para alzar la cabeza del fango en el que nos hemos metido, y para eso vamos a seguir viendo pases errados, malas decisiones, regates absurdos, jugadas de patio de colegio, alineaciones que no funcionarán, pérdidas de Parejo, aberraciones defensivas de Abdennour y Santos, penaltis infantiles y un largo repertorio de situaciones no deseables como aficionados. Esa es la realidad


Temblaremos en cada llegada del rival, en cada corner en contra, en cada balón parado, en cada conducción de nuestros centrocampistas. Sufriremos mucho, pero estamos acostumbrados, así que, a joderse! No podemos hacernos del Madrid ni dejar de ser valencianistas porque consumimos demasiada droga en su día, comercializada bien como doblete o bien como Benítez, Piojo o Mendieta y eso señores, deja huella. Ahora no nos queda otra que seguir consumiendo, aunque Mendes y Lim nos la vendan adulterada y sin main sponsor.

Imagen extraída de la web oficial del Valencia CF.

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