lunes, 12 de julio de 2010

Ahora si gritamos todos. ¡¡¡Campeones del mundo!!!


Difícilmente se volverá a despertar un país tan radiante, tan contento, tan feliz. Hoy la gente estaba más orgullosa que nunca de ser español. Muchos hemos madrugado para ir a trabajar, pero en las calles se respiraba esa atmósfera de celebración que horas antes había impregnado cada rincón de una nación. En cada ciudad, en cada pueblo, en plazas y fuentes de toda España ayer se celebró algo inédito. Millones de gargantas resonaron juntas al grito de Campeones del mundo.

  
Ayer será un día que nunca olvidaré. Las imágenes de Iniesta marcando ese golazo que nos daba la copa más valorada en el mundo del fútbol. Casillas llorando de emoción y después levantando el trofeo dorado, tantas veces disputado sin éxito. Todos los jugadores celebrando ese triunfo tan luchado y tan merecido. Cada una de las instantáneas de esa gran final se quedarán marcadas para siempre en mi retina.

La final era mucho más que un partido. En esos momentos no valía otra cosa que la victoria y los dos equipos lo sabían. Holanda disputaba su tercera final y había perdido las dos anteriores. Los nuestros la jugaban por primera vez. Pero en sus sueños lo habían hecho muchas veces y ahora tenían que hacer los sueños realidad.

El partido fue parecido a los otros encuentros de España en el campeonato. La selección salió con muchas ganas, sacando ese fútbol al que nadie ha podido igualar ni en calidad, ni en técnica ni en jugadas de equipo. Otra vez se cerró el equipo contrario. Y otra vez tuvimos que sufrir muchos minutos viendo como no entraban las ocasiones de gol. Cada remate venía precedido de un inmenso trabajo para contrarrestar la dureza con la que disputaban el balón los jugadores holandeses.


Esa dureza fue la nota negativa de la gran final. Porque aunque la Roja fue superior en todos los aspectos futbolísticos, el equipo naranja optó por usar las entradas violentas como única arma para parar la exquisitez del toque español. Por suerte, esos locos bajitos como Iniesta, Sabih y Villa y los no tan bajitos como Piqué y Ramos. Todos los futbolistas que ayer vistiendo de azul, representaban a una “Marea Roja” que animaba en Sudáfrica y desde España, no se amedrentaron y pudieron salir victoriosos de esta batalla mundialista.

Llegue a pensar que Xabi Alonso jugaba con armadura, al ver como pudo recuperarse milagrosamente de la tremenda patada que le propino un jugador que tenía que haberse marchado directamente a los vestuarios.
No tengo nada en contra de Holanda, pero estas cosas no se pueden permitir en un terreno de juego. Al margen de esto, felicito a la mítica naranja mecánica por llegar una vez más a la final más importante de todas.

Y entre nervios, emoción y las ganas de marcar que teníamos todos, el partido seguía con el marcador invariable. En los bares ahogábamos la intranquilidad con cerveza y así llegábamos a la prorroga con los temidos penaltis amenazando en nuestros corazones.

Pero era momento de tener fe, una fe ciega en que alguna vez se tenía que hacer justicia a los méritos futbolísticos. Y ese momento llegaba con este domingo histórico. Y así ocurrió, la fe dio sus frutos. Iker desbarató la ocasión más peligrosa de Robben. Y cuando ya la fuerza mental de los seguidores empezaba a flaquear surgió la magia. Los astros se alinearon para que un gran hombre. Un pletórico Iniesta marcara el magnífico gol que hizo saltar, gritar y abrazarse y besarse a todo un país.

116 minutos tuvieron que pasar para que este jugador, impecable durante todo el mundial, definiera una gran jugada que resume el gran juego de esta selección y con un potente y colocado disparo, batió por fin al meta holandés.

Y con el gol todos vibramos de emoción, sintiendo la misma alegría que invadió a los jugadores españoles, que como en otras ocasiones corrieron hacia el corner más veloces que nunca, a celebrarlo con sus compañeros del banquillo.
Ya nadie nos podía quitar la copa. Por fin luciríamos una estrellita de campeones en la camiseta de la selección.
El partido termino y todos disfrutamos viendo las imágenes del alzamiento de la copa, de la entrega de medallas, de los lloros de emoción, del beso de Casillas y Sara. De las coloridas banderas ondeando al viento allá donde estuvieras.


Todos llamamos a nuestros amigos y a nuestros seres queridos para vivir una noche histórica. Una noche de fantasía en la que todo termino como habíamos deseado.

Ahora si que somos los campeones del mundo y lo decimos bien alto, para que se enteren aquellos que han deseado lo contrario, aquellos que han apoyado a selecciones favoritas por el mísero hecho de tener un palmarés más extenso.
Aquellos que han criticado a la selección sin argumentos, subiéndose al carro del pesimismo a la mínima que no se conseguía un resultado.
Sin tener en cuenta lo que realmente importa en un equipo. Jugar bien al fútbol, hacer este deporte vistoso. Que la gente disfrute viendo mover el balón con habilidad y destreza.


Esto es el triunfo de un grupo de deportistas unidos y de una afición que ha dejado atrás antiguas disputas internas y se ha centrado en remar juntos hacia una misma dirección, hacia un mismo objetivo por fin conseguido. Ser campeones del mundo. ¡¡¡Viva España!!!

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