Fue abrir la
plantilla de mi última crónica, la del partido contra el Bayer, leer el título
que puse y venirme como anillo al dedo para titular el desastroso partido
presenciado el sábado que enfrentó a nuestros “¿futbolistas de 1ª?” contra los
malagueños. Sí el martes pasado comentaba que el empate conseguido valía mucho
más que eso, por la manera de producirse y la entidad del rival, hoy he de
decir que el 4-0 sufrido en la Rosaleda significa mucho más que cuatro goles
encajados y tres puntos perdidos, es por supuesto un nuevo ridículo para el
Valencia CF muy común en las últimas campañas y el primero en la era Pellegrino.
El esperpento
vivido en Málaga es mucho más que una derrota contra un rival que teniendo un
nivel similar en calidad te puede ganar perfectamente, pero no de la forma en
la que lo hizo. Es un parón en seco al buen camino llevado por el equipo en cuanto
a la actitud mostrada en los últimos encuentros. Es un golpe muy duro a los que
empezábamos a creer en estos jugadores, que empezábamos a atisbar un cambio de
mentalidad y de exigencia en la plantilla, más allá del juego desplegado.
Del partido
no se puede salvar ni un hecho destacado positivamente, salvo que por suerte no nos
metieron más de cuatro. Es prácticamente increíble como los mismos hombres que
cuajan una excelente actuación 5 días atrás en Mestalla pueden arrastrarse por
un campo de primera división de la manera que lo hicieron. El juego del
Valencia no fue tal, no se puede definir como fútbol, no hubo equipo, tampoco
individualidades. Y la actitud no fue ética, ni profesional ni digna de
representar unos colores.
Hoy no hay muchos nombres que destacar, todos y cada uno de los que actuó fracasó, jugó mal o corrió menos de lo que debió. Nos pasaron por encima, además para ahondar más en la llaga, con exvalencianistas en las filas enemigas, quedando patente otra vez los errores cometidos en sus traspasos o la poca capacidad para valorar nuestros jugadores más jóvenes.
Todo esto hay
que decirlo porque es la verdad y ya ha pasado demasiadas veces, no se puede
aguantar más, yo al menos no puedo. Soy incapaz de seguir a un equipo que juega
cuando quiere, que nunca sabes si será el día bueno o el malo. Me gusta el
Valencia desde que me picó la vena futbolera y no puedo seguir a otro equipo.
No podría sentir como propios los éxitos de un Barsa o un Madrid, ni mucho
menos los de un equipo extranjero. Puedo ver más fútbol para divertirme, pero
no con la misma pasión o los mismos nervios irracionales.
Lo peor de
todo esto es pensar en los niños, en los aficionados más pequeñitos, que se
inician en el valencianismo con la ilusión de sus padres que los llevan a los
entrenamientos antes de que sepan articular palabra alguna. Estos niños son el
futuro valencianista y el sábado sus mismos ídolos a los que admiran hicieron
derramar lágrimas en los ojos de muchos de ellos.
Me acuerdo
cuando no hace mucho lloraba en cada eliminación de mi Valencia en Europa o en
las finales de Champions. Por suerte o por desgracia he perdido esa capacidad
de emocionarme, o la he calmado un poco. En los últimos años de mediocridad he
aprendido a ver las cosas fríamente y con los últimos ridículos sufridos me he
fabricado mi propia coraza. Hasta soy capaz de escribirlas como buenamente
puedo en un humilde blog.
Foto extraída de http://multimedia.levante-emv.com/fotos/deportes/malaga-valencia-4-0-1191_1.shtml
duro varapalo sin duda
ResponderEliminarY la fiesta sigue...
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